Opinión

El machismo dentro de las parejas

Una adolescente, insegura y débil, comparte una relación con un adolescente que, a pesar del desorden que es su cabeza, es consciente del poder que tiene sobre ella y juega constantemente con sus sentimientos. Ella construye una idea perfecta del amor y de las relaciones de parejas, que la lleva a sufrir una incontable cantidad de veces cuando las cosas no salen como quiere, y que la condena a vivir dentro de una realidad ficticia y llena de mentiras. A pesar de la constante frustración y de tener razones de sobra para no intentarlo más, continúa eligiendo volver a sufrir con esa persona que juega con su dignidad, la desvaloriza, critica su forma de ser y le dice que sin él no sería absolutamente nadie.  Otra adolescente, un poco más joven, se encuentra en una relación de varios años plagada de infidelidades y mentiras, donde lo único que queda es rutina. Cuando las cosas comienzan a derrumbarse, él se vuelve violento, la insulta y humilla repetidamente para dinamitar su autoestima, y amenaza constantemente con hacerle la vida imposible si la ve con otro o si la deja. A pesar de todo, ella vuelve.

«Cosas de nenes», pensarán ustedes, que, con el tiempo, se solucionan. Pero no, es mucho más grave que eso. Las relaciones abusivas y basadas en un sentimiento machista de poder y superioridad son un problema sustentando en una sociedad repleta de valores vacíos y que relegan a la mujer a un plano donde es dependiente y psicológicamente frágil. Relaciones donde el hombre aprovecha la debilidad sentimental de la mujer para hacer y deshacer a su gusto, y donde ellas se encargan de justificar insultos, abusos y humillaciones por miedo o inseguridad. Relaciones donde la mujer nunca se reconoce víctima de la violencia, sino que siente culpa por «hacernos enojar», ya que la retórica machista lleva a un lavado de cerebro tal que, a pesar del dolor o el sufrimiento, les es imposible darse cuenta que están siendo víctimas de una relación donde, constantemente, su autoestima y seguridad están siendo destruidas.

El primer paso para identificar este tipo de relaciones es reconocer que la violencia de género no es sólo física. La indiferencia, las mentiras, los insultos y cualquier acción donde el hombre aproveche el poder que la misma sociedad le otorgó, es violencia. La conciencia en estos casos es vital, ya que las mujeres que sufren esta clase de abusos no presentan signos fácilmente reconocibles y suelen cerrarse en muchos aspectos, debido principalmente a la pérdida de seguridad en sí mismas.

Imagen extraída de la página «Señal Colombia»

Otro paso fundamental es comprender que el sufrimiento, aunque evitable, no se elige. Una mujer, víctima de un hombre que la desvaloriza, al insistir que la relación continúe no está eligiendo sufrir. Ella se encuentra bajo la presión de una sociedad que moldea su cabeza para creer que los hombres actúan así para protegerlas o porque ellas, con diferentes actitudes, provocan esas situaciones. La sociedad las convence de ser culpables, no víctimas. «Vos te vestís así para que mis amigos piensen que vos mandas», «Si vas a salir y volver cuando quieras, después no esperes que te trate bien», «¿Te parece bien decirme eso en frente de todos?». Estoy seguro que te suenan esas frases, las escuchamos casi todos los días y las normalizamos. Así es cómo justificamos la violencia machista y relegamos a la mujer a un rol de provocadora. Las sometemos a una presión interna y externa que les impide actuar libremente, que les impide elegir sufrir o no. El sufrimiento de la mujer, en muchos casos inconsciente, se convierte en un elemento clave para que el hombre pueda actuar sin freno alguno, poniendo en práctica las enseñanzas machistas que el mismo sistema le metió en la cabeza.

El machismo no es sólo un golpe o la muerte de una mujer. El problema es mucho más profundo y se remonta a nuestra niñez, que es cuando más nos vemos bombardeados por información sexista y parcialmente sesgada, que busca moldear nuestra forma de ser y pensar. El machismo es una filosofía que la sociedad instala en las personas de forma sutil y a veces no tanto, por eso es tarea fundamental comenzar a reconocerlo en sus diferentes formas y manifestaciones, y obviamente dejar de normalizar situaciones donde los derechos de las mujeres se ven perjudicados, disminuidos o, de lleno, no reconocidos. Las relaciones abusivas son sólo una forma de machismo, donde el hombre aprovecha la posición de superioridad que la misma cultura le otorga para tratar y maltratar a su pareja. Y todo esto sigue ocurriendo y seguimos sin darnos cuenta justamente por lo que desarrollé anteriormente: los valores que nos transmiten las instituciones o las figuras con cierta influencia sobre nosotros están sustentados en el machismo, por lo tanto nunca reconocemos el abuso del hombre cuando le prohíbe a su novia, por ejemplo, vestirse de determinada forma o volver a la hora que quiera, sino que vemos en esas prohibiciones un sentimiento de protección y cuidado por parte del hombre.

El machismo está ahí y no queremos verlo; sin embargo, mientras tanto, las mujeres continúan sufriendo las consecuencias de una sociedad que las minimiza y desvaloriza. Deberíamos dejar de llamarlas provocadoras y reconocerlas como lo que son: víctimas.

 

(Aclaración: está de más decir que los ejemplos dados al principio del texto son reales y están basados en parejas que conozco. Y es una lástima que esos mismos ejemplos puedan ser aplicados a decenas de parejas más y que seguramente ustedes, al leerlos, reconozcan).

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